viernes, 11 de julio de 2014

Llamados a observar la Bienaventuranza, llamados a la santidad

"¿Cómo es, Señor, que yo te busco? Porque al buscarte, Dios mío, busco la vida feliz, haz que te busque para que viva mi alma, porque mi cuerpo vive de mi alma y mi alma vive de Tí"

                                                                     San Agustín, Confessiones, 10,20,29.



"Allí descansaremos y veremos; veremos y nos amaremos; amaremos y alabaremos. He aquí lo que acontecerá al fin sin fin. ¿Y qué otro fin tenemos, sino llegar al Reino que no tendrá fin?


                                                                  San Agustín, De civitate Dei, 22,30.


Pedimos a Dios santificar su Nombre porque Él salva y santifica a toda la creación por medio de la santidad. Se trata del Nombre que da la salvación al mundo perdido, pero nosotros pedimos que este Nombre de Dios sea santificado en nosotros por nuestra vida. Porque si nosotros vivimos bien, el nombre divino es bendecido; pero si vivimos mal, es blasfemado, según las palabras del apóstol:"el nombre de Dios, por vuestra causa, es blasfemado entre las naciones" Por tanto, rogamos para merecer tener en nuestras almas tanta santidad como santo es el nombre de nuestro Dios.

                                                                 San Pedro Crisólogo, sermón 71,4.

Cuando decimos "santificado sea tu Nombre", pedimos que sea santificado en nosotros que estamos en Él, pero también en los otros a los que la gracia de Dios espera todavía para conformarnos al precepto que nos obliga a orar por todos, incluso por nuestros enemigos. He ahí  por qué no decimos expresamente Santificado sea tu Nombre "en nosotros", porque pedimos que lo sea en todos los hombres".

                                                                Tertuliano, De oratione,3,4.

BIENAVENTURADOS LOS AFLIGIDOS PORQUE ELLOS SERÁN CONSOLADOS
"La oración contemplativa es mirada de fe, fijada en Jesús. "Yo le miro y él me mira", decía a su santo cura un campesino de Ars que oraba ante el Sagrario. Esta atención a Él es renuncia a "mí". Su mirada purifica el corazón. La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombre".

                                                              Catecismo de la Iglesia Católica nº 2715


No hay comentarios:

Publicar un comentario